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4/5/09

Entrevista a Jonathan Hernández



LA POESÍA TERMINA SIENDO UNA SINCERIDAD QUE VA MÁS ALLÁ DE NOSOTROS MISMOS...

por JURY SOSA
Fotografías: FREDDY GINEBRA

Lee los poemas de Jonathan Hernández

Hoy nos acompaña un jovencito, hago la salvedad de que Jonathan Hernández es bien joven, con el que vamos a hablar de un oficio que para el que lo hace, a lo mejor es un oficio como la carpintería: se sienta y lo hace y punto. Porque dijo Picasso que el arte es diez por ciento inspiración y noventa por ciento transpiración. El carpintero, el ebanista, el albañil, a lo mejor se sientan un rato a inspirarse y luego sudan su arte. El arte del que vamos a hablar ahora aquí a lo mejor ustedes de entrada van a decir: "No, pero eso ya no existe"; o “ Ya eso pasó de moda", o “Ya eso no tiene la vigencia que tenía antes". Pero no es así. Alguien dijo que la poesía estaba en la publicidad, que la publicidad se la había llevado, porque vaya ¡cuánta creatividad se lleva para allá! Pero nada, no alargo más la historia…

Jonathan Hernández, Jonathan, bienvenido al programa...
Saludos.

Jonathan, usted escribe poemas...
Sí, así es.

Yo creo que todos, en algún momento de nuestras vidas no nos dejaron hablar directamente y no nos quedó más remedio que escribir un poema. Pero cuando lo cogemos de oficio, la cosa es diferente. Dime, ¿cómo llegas tú a la realidad de decir?: "Bueno, yo soy poeta, ¿y ahora... ?”
Bueno, yo creo a veces que me queda grande el nombre de poeta. Pero cuando tú te das cuenta que no puedes vivir sin algo, que eso es parte de tu realidad, ¿tú me entiendes?, que es casi biológico, como comer, como beber… Alguna gente dice que el amor es biológico, para mí la poesía es como el amor: biológica también. Es parte de mi organismo...

Se maneja la poesía de dos maneras: entrando o saliendo. Hay quien se hace adicto, que la poesía es biológica para él porque necesita leerla, necesita consumirla, la necesita para vivir. Y otros necesitan sacarla, porque si no la sacan explotan. ¿Cuál es el caso tuyo?
Yo necesito crearla.

Tú necesitas hacerla.
Sí.

Tú necesitas hacerla... ¿Qué te pasa si no la escribes...?
Bueno, caigo en una depresión, en una crisis, me frustro... A veces paso una semana sin escribir y eso para mí es terrible. Es muy fuerte para mí, porque la poesía es parte de mi vida. Mejor dicho: es mi justificación, lo que me justifica...

Entonces, ¿dime una cosa? Yo asumo que para ti es fácil, sólo necesitas papel y lápiz, ¿o necesitas algún tipo de musa o algo sin lo que no puedes hacer poesía?
Está difícil la pregunta... Porque yo no sé qué es lo que necesito para hacer la poesía. No necesito papel y lápiz... Diferentes poetas tienen diferentes estrategias, tácticas, para escribir: algunos se sientan frente a un papel y escriben. Yo lo hago a través de mi mente, a veces aparece un verso y lo dejo quieto. Después, voy desarrollándolo, voy desarrollándolo, van dos versos, van tres versos, y así voy tratando de darle una coherencia, una estructura a todo el poema.

¿En tu memoria?
Sí, en mi memoria. Después que yo siento que he llegado a una conclusión, entonces me pongo frente a la computadora y escribo el poema.

Bien, déjame ver, por ejemplo... (Lee el poema "Es suficiente Fermina"). Déjame decirte que Carlos me dijo por teléfono que tus poemas eran muy buenos. Y a mí me parece que es verdad. (Sigue lectura de "Insular").¡Oye! Arrancan bien. (Lectura de "Bufón"). ¡Óyeme, pero esto está genial... ! Esto se llama "Bufón". Pero vamos a complicar el asunto. Dime, ¿cómo es Dios para ti, que tú entiendes que si se aburre de ti te bosteza y te sube los vidrios?
Yo comencé a pensar en ese poema y lo escribí en abril. Estaba pensando en el bufón que se paraba frente al Rey, ¿tú me entiendes?, y si no lo hacía reír, entonces lo mandaban a matar. Y de esta forma me sentí yo frente a este Dios, que no conozco, que a lo mejor ni creo en él, o a lo mejor sí, no sé, porque no soy religioso, pero era una lucha de la existencia, cómo me identifico frente a este Dios que, eventualmente, creo que soy insignificante para él.

No, mira, me gusta la sinceridad. Por lo menos podemos partir de algo si eres sincero. Yo te pregunto: ¿Es posible ser poeta sin ser sincero?
¡Claro que no!

No es posible.
No, no creo.

¿Es posible ser sincero a través de tu poesía, pero no a través de tus palabras directas? ¿Eso es posible?
Es posible.

Bien, vamos bien Jonathan, vamos bien.
¿Tú sabes una cosa?: alguna gente dice que uno tiene que escribir lo que uno siente y que uno tiene que ser verdadero en lo que uno siente. Pero la verdad es que uno nunca puede traicionar a su poesía, ¡nunca!, la poesía siempre te termina delatando, la poesía termina siendo una sinceridad que va más allá de nosotros mismos...

¿Tú ves la poesía con pasión o no, independientemente de que para ti éste es tu oficio?
Sí, la veo con pasión.

¿Aunque trabajes con ella?
Claro.

¿La tuya y la que lees de los otros?
Claro.

¿La ves con pasión las dos?
Sí, hay que ver la poesía con pasión.

Pero eso es un peligro viejo, ¿o no?
No creo. Peligro sería tratar con la poesía si no tienes pasión. ¿Tú me entiendes?

Pero si tú lees a Benedetti y te vuelves loco con Benedetti, te olvidas de la métrica, te olvidas de la crítica. Eso sería pasión. Es un poquito peligroso...
Puede ser. Pero como yo no pretendo ser crítico de arte, crítico literario...

Tú lo que quieres ser es poeta.
Yo quiero ser poeta. Yo lo que quiero es escribir, escribir siempre, escribir cosas buenas, justificarme a través de la escritura.

A través de la escritura.
Nada más...

Okay. La poesía es un lenguaje, es una herramienta, ¿se te ocurrió antes otra herramienta? ¿La ficción, por ejemplo?
No.

¿O el ensayo?
¿Para expresarme yo? No, siempre fue la poesía.

¿Siempre la poesía?
Comencé a escribir casi cumpliendo los quince años.

¿Y tú tienes ahora...?
Diecinueve: los cumplí en junio.

O sea, que tú eres geminiano.
Sí.

O sea, que tú un día amaneces con una poesía como un chucho y al otro día apareces con otro chucho diferente.
Exactamente.

Y encima de eso, tú eres poeta, que es algo todavía más subjetivo, o sea...
Mira, en mi poesía yo soy muy inconstante. Yo te puedo venir un día con un poema con un lenguaje muy complicado, con unas imágenes, con unas metáforas, con unos recursos literarios muy complicados... Y después, al otro día, venirte con un poema sencillo, con una fluidez sencilla, con un concepto sencillo. En mi poesía soy muy inconstante. Por eso todavía no he podido encontrar mi estilo, no he podido encontrar mi voz, lo que me identifica como Jonathan Hernández, como el poeta Jonathan Hernández. Porque todavía tengo muchas variaciones. Ahí mismo, en los poemas que publiqué en la revista Caudal tienes un poema como "Insular" y otro como "Bufón" que son muy diferentes; o "Borges resucitado" y "Bufón", que son también muy diferentes entre sí.

(Yuri Sosa lee el poema "Borges resucitado".) ¿Esto está dedicado a Jorge Luis Borges?
No, no se lo escribí a él. Pero como tenía un poco que ver con su concepto...

¿Tú te apoyas en Borges para escribir esto?
No.

¿Leíste a Borges y te cogió con esto?
No, lo leí después que escribí el poema. El poema yo lo escribí en noviembre, y ya en diciembre me comencé a identificar un poco con el concepto de Borges del tiempo, la humanidad, que es como el primer hombre, etcétera. Entonces, como vi que se parecía un poco a esto le puse "Borges resucitado". Pero el poema no tiene mucho que ver con Borges.

Oye. Tú das referencias de cuándo escribes los poemas: que éste fue en noviembre, "Bufón" fue en abril. ¿Recuerdas mucho el momento en que escribes tus poemas?
Puede ser. En algunos poemas me recuerdo cuándo fue que me vino "esa cosa", dónde yo estaba, qué estaba yo haciendo...

¿Qué te detona la construcción de un verso?
¡Son tantas cosas! Puede ser algo increiblemente sencillo, una hormiga, ¿tú me entiendes? Yo estaba oyendo tu programa hace un ratico y eso me detonó un verso, la conversación que sostenían ustedes sobre "si los hombres lloran o no deben llorar". Ese verso no me gusta, pero son cosas así las que me detonan la escritura, el verso: lo que oigo, lo que veo, lo que leo, son todas las sensaciones…

Oye una cosa, ya veo que lees a Borges, pero ¿qué más lees aparte de él?
Para escribir hay que leer mucho. Yo lamentablemente este año sólo he leído unos cuarenta libros...

En lo que va de año...
En lo que va de año. Y yo quisiera, ya para este tiempo, haber leído ochenta o noventa libros. Porque para escribir hay que leer mucho...

Dime la química con que tú lees, ¿a quién tú lees? Yo te veo aquí con Uno y el universo del escritor argentino Ernesto Sábato...
Sí, éste es un libro interesante, de pequeños ensayos. Y acabo de terminar Los evangelios según Jesucristo de José Saramago, que es un libro bárbaro...

Lo acabo de comprar, pero no lo he podido empezar todavía. Y tú ya lo acabaste...
Sí, ya lo acabé, lo acabé antes de ayer. Ayer además acabé un libro de Adrian Bechot, una poeta norteamericana, excelente también. Hoy pienso terminar con uno de Héctor Tizón que se llama El extraño y pálido fulgor, que es una novela interesante, no es una maravilla, pero bueno... Pero la poesía, el poeta que más me ha influenciado, que más fuerte me ha dado, es Vallejo, que lo leí el año pasado...

César Vallejo.
Sí, es increíble, ése es increíble, Vallejo me encanta... Pero he leído también unos cuantos poetas dominicanos: me gustan Manuel del Cabral y Franklin Mieses Burgos. Después no me gusta la poesía dominicana...

No te gusta...
No.

Mateo Morrison, ¿no te llama Mateo Morrison?...
No, no me llama.

Dijo Juan Luis Guerra que el dominicano nace y muere poeta, así que es posible que hace mucho tiempo que te merezcas el calificativo de poeta. Óyeme una cosa, ¿cómo es vivir con un poeta? Ahora tú vas a hablar a nombre de tu familia. Porque, ¿cómo se llama tu mamá?
Yolanda.

Si doña Yolanda nos está escuchando, me gustaría saber qué dice doña Yolanda. Porque un poeta geminiano de diecinueve años, ésa es una química peligrosa, mi hermano... Porque son tres cosas nada fáciles: vivir con un muchacho de diecinueve años no es fácil, vivir con un poeta no es fácil, y con un geminiano, menos. Entonces usted tiene las tres cosas, y ¡encima de eso a lo mejor es usted escogidista!, que son, que eso es sumamente complicado...
Sí, soy escogidista.

¿Usted es escogidista también? Pues óigame, ¡usted es una bomba de tiempo, Jonathan!: si no fuera por la poesía...
Es verdad que es difícil a veces... Yo suelo ser una persona difícil, porque soy muy inconstante: en un momento puedo estar muy alegre y después en otro momento muy deprimido... Y suelo ser muy apasionado sobre lo que pienso y lo que creo y lo que siento. Entonces todo esto me hace una persona difícil en algunas ocasiones.

Es verdad... Jonathan, pero entonces, ¿cómo es vivir contigo?
Suelo ser un poco inconstante, un poco… Puedo ser muy cariñoso o muy indiferente. Yo vivo entre los extremos, porque más que nada lo que odio es sentirme normal.

¿Sentirte normal?
Sí, sentirme normal: lo odio, lo odio, odio la estabilidad.

¿Odias la estabilidad?
Sí, necesito movimiento…

Dinamismo.
Sí, exactamente.

Óyeme una cosa: ¿tú compartes la poesía con otra intensión de dedicar tu vida a algo, te cogió con pintar o con la Arquitectura o con el Derecho o con algo de eso…?
No, no me ha cogido con nada de eso.

Con nada de eso, sólo con escribir.
Escribir, sí. Tengo también muchas preocupaciones sociales, y entonces a lo mejor me gustaría dedicarme un poco a algunas cuantas causas nobles, que podemos librar… Pero yo quiero más que nada, mira.. Ahora, en unas cuatro semanas yo me voy para Canadá, y una de las razones por las que yo quiero ir para allá, por las que quiero ir a otro país diferente, es por mi poesía, porque no sé, quiero madurar mi voz, ¿tú me entiendes?

Te vas a escribir para Canadá.
Voy a estudiar para Canadá.

A estudiar.
Sí, pero imagino que con ese frío y con esa oscuridad algo le sucederá a mi poesía.

Tiene que sucederle algo, compadre.
Claro.

Lo que tú escribes aquí lo escribes con el calor, y aquí dan Sábado de Corporán en la televisión, allá que no dan Sábado de Corporán, no se va la luz y hace frío, otra cosa tiene que resultar, ¿eh? Mira, ya casi estamos terminando, ¿sabes por qué esta conversación, por qué me manilla que venga un poeta al programa? Porque vivimos en estereotipos tan rígidos, de qué podemos hacer y qué no. Y tú eres tan desfachatadamente poeta como yo puedo ser tan desfachatadamente locutor o alguien tan desfachatadamente médico: con toda la libertad, no te pesa, no te molesta: tú eres poeta y ya.
La poesía es un asunto muy triste, pero yo estoy dispuesto a sacrificar mi felicidad por un verso, por una palabra. Porque la gente, alguna gente, cree que uno escribe para desahogarse. Yo no escribo para desahogarme, ¿tú me entiendes? Yo no escribo para ser feliz, porque la poesía me causa más tristeza, más dolor, más sufrimiento de lo que tendría sin ella. Como por ejemplo ayer: yo estaba triste porque no conseguía el poema que perseguía, mi poesía no es todavía suficientemente pura, no es todavía lo que yo quiero, ¿tú me entiendes?…

No, no entiendo eso…
Yo quiero una poesía terrible, una poesía que haga llorar. Pero no lágrimas así de agua, sino lágrimas a lo mejor de sangre o de pájaros o de otoño. Algo así, algo más abstracto. Yo quiero hacer llorar, llorar, yo quiero…. Mira: mi poemario perfecto sería un libro que se titularía Versos homicidas, y que cuando la gente lo lea, diga: “¡Dios mío, me muero!” ¿Tú me entiendes? Algo así, algo que mate a la gente, algo así…

¿Y tú crees que yo voy a comprar un libro que se llame Versos homicidas? Pero como mínimo lo leeré con un chaleco antibalas o lo leeré de lado. Porque si me sale un tiro de ahí, ¿eh, Jonathan?, estamos feos. Es una broma… Es válido que quieras marcar con tu poesía, que quieras hacer hendiduras por donde quiera que le pase a la gente: le pasó por los cabellos, que le lleve cabellos, si le pasó por el corazón, que le lleve un pedazo de corazón.
A mí lo que no me gusta es la poesía linda, a mí no me gusta la poesía bonita.

¡Claro, qué bueno, qué bueno…! Tengo que recordar una cuestión, yo la repito una y otra vez y me alegra que haya otro que me haga coro para soltar este asunto: Doña Marianne de Tolentino dijo en una ocasión que muchas veces los dominicanos queremos en el arte una estética que satisfaga determinados parámetros de belleza, o sea, no quieren vivir otras emociones, y eso es un fallo, viejo… Bueno, Jonathan, ya para irnos, “¿Recuerdas cuando tu muerte era una órbita de continente…” (Yuri lee el poema "Insular") ¿Cómo te sienta que otra gente lea tus poemas? ¿Tú sientes que te están manoseando una novia? ¿Qué sientes?
¿Cuando leen mis poemas?

Cuando leen un poema tuyo.
Bueno, a lo mejor…, no sé…: depende. A veces la gente no lee el poema con el mismo tono con que yo me lo imaginaba, con la misma fatalidad, el mismo dolor…

Eso es lo grande, viejo, pero es una necesidad. Ahora tu poema crece, cuando lo ves con otra luz, con la luz de la tonalidad de otro y la visión de otro, pues ya no lo ves igual y crece en tu cabeza…
Pero a los poemas hay que odiarlos siempre.

¡¿Hay que odiarlos?!
Sí, hay que odiarlos.

O sea ¿que a ti te hartan un poco tus poemas?
Claro.

Bueno.
Si no fuera así, si yo no escribiera para al otro día odiar mi poesía, yo no escribiera. Al otro día de escribir un poema, odiarlo…

Mira, tú y yo vamos a tener que juntarnos a bebernos unos tragos. Porque yo odio oírme grabado. Miren en lo que yo trabajo y no me gusta oírme grabado.
¿Tú sabes que la poesía va mucho con la cerveza…?

¡¿Qué la poesía va mucho con la cerveza?!
Sí.

Y con el vino malo y con todo… Y con un vodkatonic, mira: la poesía va con el vodkatonic. Jonathan, viejo: ¡hasta pronto, entonces! Ha sido un placer tenerte por aquí entre nosotros… Ah, ¿qué leo aquí en Caudal? : eres bachiller en un colegio donde se estudia en inglés…
Sí.

Y escribes poemas en español.
En verdad yo comencé a escribir en inglés, y en un colegio que está muy lejos de la poesía…

Jonathan Hernández: un placer tenerte por aquí. Nos reencontraremos en algún choque dimensional, cuestiones de poemas y musas.
Con una cerveza.

Sí, nos tenemos que beber un par de frías, viejo, para que hablemos de esto, entremos en chisme y no nos volvamos a ver, nos hartemos de hablar, porque no nos vamos a poner de acuerdo, eso está claro, pero nada más para que chismeemos y hablemos un chin, ¿bien? Pues gracias por venir.
Gracias a usted.

Bien. Desde que tú hagas cualquier cosa, publiques cualquier cosa, pase lo que pase, házmelo saber. O desde Canadá, de lo primero que te salga de Canadá, antes de que le cojas odio, mándamelo por e-mail para leerlo aquí. ¿Bien?
De acuerdo.


Notas de la Redacción: la entrevista se realizó en el programa Radio Spa, que se transmitía de lunes a viernes, de 5 a 7 p.m., por 99.5 Listín, bajo la conducción de Yuri Sosa y Marina Frías. Se publicó originariamente en Caudal, año 2, número 5, enero-marzo de 2003, págs. 37-45. Todos los poemas que se nombran en el transcurso de la misma fueron publicados por primera vez en la revista Caudal, volumen 1, número 3, julio/septiembre de 2002, págs.19-21

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